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[Relato] Memorias de Abaddon
07/07/2023 13:01 (UTC-3)
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Última modificación : 21/09/2023 09:20 (UTC-3)
# 1

Estaba en la posada de Velia mirando por la ventana al puerto rememorando la noche pasada, no comprendía cómo había sobrevivido, y mucho menos, cómo había vuelto.
La camarera le sacó de sus divagaciones:
— ¿Qué te pongo hoy, Gigante?.—
— Que sea un estofado de carne y una cerveza por favor. —
Por la puerta entró una Shai, con el pelo rosa y con aspecto desaliñado como si hubiese dormido dentro de un árbol. Me resultaba extrañamente familiar.
Vino directamente a mi y se sentó en frente. 
— Hola, tienes mal aspecto, ¿no se te ha curado la mordedura?. —
— ¿La que? ¿Quién eres? ¿De qué hablas?. —
— Vaya, qué borde, parece que la mordedura te hizo más efecto de lo que pensábamos, y tu que te las dabas de duro y fuerte. — Se ríe a carcajadas mostrando todos sus pequeños dientes.
— Más que tu seguro, enana, te lo puedo demostrar cuando quieras. —
— Bueno, si quieres te cuento hasta cómo te llamas, sino pues esperamos a que te vuelvan los recuerdos, a mi tanto me da, pero el que ha dormido y comido aquí has sido tú, y sé que no tienes ni un oro, así que te vas a quedar fregando platos hasta que recuerdes por malos modales. —
— No sé quién demonios serás, pero eres la Shai más endemoniada que he conocido jamás. Espero no volver a verte. —
— Adoro tu humor Abaddon. — Vuelve a reír con ese tono musical de las shais que alegran los corazones.
— ¿Cómo me has llamado? Me resulta tan familiar… Bueno,¿Te pido algo y me vas contando? —
— No harás que coma comida de humanos y menos que friegue platillos contigo, He de devolver todas las maldades que has ido haciendo durante años.— Dijo animadamente la Shai.
Tanto conocía a esta sin vergüenza… ¿Podría si quiera fiarme de ella? Bueno, no tenía nada que perder por escuchar su versión, hasta que recordase la mía, y así por lo menos estaba entretenido, incluso empezaba a caerme bien.
La camarera volvió con el estofado y la cerveza, y saludó a la shai con un gran abrazo, como si fuese una gran amiga, esta le dio un frasquito y una flor, después la camarera se lo guardó discretamente y se fue por las escaleras.
— Cuéntame enana o te haré comer piso. —
— Bueno comenzare con el viaje hace 4 semanas, estábamos preparando — 

— Espera, ¿Me vas a contar cuatro semanas de historia?— La interrumpo

— Bueno, si prefieres no recordarlas, allá tú…— Se ríe la pequeña Shai 


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— Nintud donde estas? — Se escucha la voz del Gigante a través de la puerta.
— Estoy terminando de limpiar a Vivi — La alpaca estaba impoluta y especialmente mullida. Terminé de ponerle las alforjas y salí del establo con ella detrás. Allí estaba Abaddon, un gigante increíblemente atractivo para su raza, con el pelo desaliñado y sedoso, con mirada penetrante y ardiente color almíbar. Era bastante conocido y admirado por su destreza, lo cuál yo usaba en mi beneficio, pues era incapaz de hacer daño a ningún ser vivo.
—¡Vamos pesadita! ¿Te importa más esa alpaca que yo?— Me sonrojé inmediatamente ante semejante insinuación, y él se percató como siempre porque me sonrió, siempre jugaba con mis sentimientos. Él lo sabía, todo, pero prefería divertirse.
— ¡No!...Es que… bueno… —
— Vamos, salgamos hacía Centauros, es buena hora.—
— ¿Otra vez allí? Podríamos probar algo nuevo, me lo prometiste… Podríamos ir a Padix hoy… Nunca me has llevado, me he puesto guapa… quiero decir, que me he preparado para ir a un sitio diferente.—
— ¿Pero para qué ibas a querer ir allá? Todo es malo en esa zona, la gente es terrible, pagan mal y no me fio de esos piratas.—Dijo Abaddon de mala gana.— además no tienen restaurantes — Añadió entre dientes.
— Vale, pues decide otro sitio — Dije con paciencia

— Centauros, además es noche de hamburguesa de León. Sabes que a ese pobre desgraciado le estamos pagando la universidad de hechicería solo con lo que pido los jueves. ¿Qué será de él si no vamos? — Me miró socarronamente.

— ¡Oh vamos! no me hagas sentir culpable. Con lo que comes tiene ahorros para tres generaciones. Pero esta bien, tu ganas, vayamos.—

Mientras él montaba su Doom, el único caballo resistente al peso de un gigante con el poder de un demonio, yo montaba mi alegre alpaca.

Después de muchas discusiones Abaddon se había dado por vencido de intentar convencerme en que dejase a Vivi en casa. Sabía que me hacía feliz. Y por mucho que se esforzase en ocultarlo, era un trozo de pan que le encantaba ver a los demás sonreír.

Vi como Abaddon se recostaba en su caballo como yo le enseñe a hacerlo con mi burro, me estaba llamando lenta. Vi ese brillo en sus ojos otra vez. Le susurre a Vivi en la oreja y esta le escupió en un ojo a Abaddon. Quién se enfado. Saqué mis instrumentos y toque para animar a mi alpaca y darle velocidad. La cuál corrió como ella sabía hacer porque habíamos practicado. Echábamos esas carreras a menudo y solían ser reñidas. Pero hoy había hecho cositas especiales para la ocasión. Saque bombitas de humo de colores con purpurina y las lance al suelo.

— ¡Ew! — exclamó con desagrado el despiadado gigante recubierto de llamativos colores brillantes— Que mierda es esta Nintud

Mientras no podía ver mi alpaca le di una galletita, esta le hizo correr más y levantaba estrellitas al cabalgar deslumbrando al jinete rival. Nos reíamos a carcajadas.

— ¡Para! — Me grito Abaddon

No me dio tiempo. Caí en una trampa.

Nos asaltaron un grupo de 5 de un gremio rival. Y aunque Abaddon y yo jamás fuimos del mismo gremio siempre fuimos buenos amigos.

Pude ver la patita de Vivi dentro de la trampa llena de sangre.
En una fragción de segundo la ntigua purpurina habia prendido en llamas alrededor del zerker, creando un aura endiabladamente perturbadora. Vi como los cinco saltaban sobre mi para matarme y de repente mientras se me saltaban las lágrimas el gigante se convertía y los aplastaba contra el suelo y los mandaba a volar aplastándolos contra el suelo una y otra vez, volviéndolos a levantar y saltando furioso cómo si de un león se tratase jugando con su comida. Ninguno pudo ofrecer resistencia alguna. Quedaron inertes.

Vi que se le salía del bolsillo una bola transparente a uno de ellos  y la agarre. Le pegue una patada en la rodilla

— Esto por Vivi — y fui al lado de Abaddon — Gracias, ¿estás bien?

— Sí claro, ¿qué has agarrado?— preguntó con curiosidad

Me lo toma de la mano y lo muerde. Suena un *crack* y nos miramos con desesperanza.  Me lo devuelve

— Espera tiene un papel dentro. Creo que es un mapa. Si. Parece un mapa. ¡Uno de algo que está más allá de Margoria! ¡Justo lo que queríamos! ¡Una aventura! Un sitio nuevo. ¿Vamos? 

— A ver trae eso. Es imposible. Allí no hay nada. — Mira el mapa haciendo como que lo entiende. 

— UHUM — Asiente para sí mismo disimulando. Se gira dándome la espalda y se acerca el diminuto mapa más, poniéndose una gafas que odia que la gente vea que usa. 

—¡Ah ya entiendo! ¡Es posible que si exista!— Mientras voy curando a Vivi para estar preparada. Aunque estas heridas son profundas y será necesario que el gigante me ayude a llevarla al establo más cercano.

— Dos condiciones Nin, una Vivi se queda. Esto será peligroso y está malherida. Y yo conduzco el navío — Me regala esa media sonrisa que tanto me enamora. Suspiro

— De acuerdo — le intente devolver mi mejor sonrisa.


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En Velia era típico día de verano caluroso de esos que tiene el día despejado listo para zarpar. Estaba preparado el barco y como siempre esa enana llegaba tarde. Pero qué demonios estaría haciendo ahora Nintud. Siempre había pensado que yo llegaba tarde a todos los sitios pero lo de esa mocosa no era normal. Al levantar la mirada vi una mancha morada y naranja corriendo por el muelle. Allí venía ella. Como siempre con esos colores que parecía una seta venenosa a la cuál se le había olvidado el veneno al nacer. 

— ¿Qué hacías canija? —

— Te he comprado carne para el viaje y cerveza. ¡Ah! Y algo de pan y muchas naranjas porque no pueden faltar — Abaddon se lo había apuntado en tres listas diferentes para que no se le olvidase comprarlas. — Luego pase por la tienda y vi este vestido y no me pude resistir. — Pude notar como se sonrojaba. Se que le gustaba, pero habría sido imposible nuestra relación. No habría cambiado nuestra amistad por nada. Ella era simplemente especial. 

— Gracias peque por la comida. El vestido esta vez parece cómodo. — Le regale una media sonrisa para caldearle el corazón y note como ella se sonrojaba de nuevo.

Icé las velas y salimos rumbo norte. Vi como ella se sacaba una sillita de la mochila y se ponía a pescar mientras yo navegaba. Salimos tan tarde que se nos hizo de noche enseguida. Vi como ella volvía a rebuscar en su mochila y sacaba dos chubasqueros. Me dio uno verde y ella se puso otro naranja. 

— ¿De dónde has sacado esto, canija? No los he visto en la tienda. —

— No… estos los he hecho yo… Espero que te guste el tuyo…. —

— Vaya, peque, eso no lo esperaba. Me encanta. De verdad. — le dije mientras le revolvía el pelo. — Duerme, esta noche navegaré yo. —


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Pasaron 3 noches alternándose las guardias.

Esa noche Nintud estaba navegando cuando una tormenta sacudió el navío. Haciendo que se estremeciera la madera y esta crujió bajo sus pies. 

Se escuchó un estruendo proveniente del fondo del océano, un eco estremecedor que hizo que Nintud se agarrase con fuerza al timón.
De las aguas oscuras apareció con fuerza un gran anfibio rosado con espinas y escamas, la cabeza hundida y con numerosas marcas de arañazos y arpones oxidados en su espalda. El monstruo debería medir cinco metros de largo sin contar la cola, por lo que era bastante más grande que el navío. Al salir a la superficie prácticamente volcó el barco haciéndolo virar tirándome al suelo y golpeándome contra las maderas del suelo.
Por las puertas del camarote apareció corriendo el gigante con cara de preocupación, se me acercó y me tomó en brazos. 
— Epa epa, que solo es un Hekaru, ¿Estás bien? — Dijo, mientras se notaba que se relajaba al ver que solo tenía un rasguño.
— Llegas tarde — Le espetó con mirada irónica.
Me deja en el suelo y me señala con la cabeza uno de los cañones.
— Disparale, yo mientras haré de cebo — Mientras lo decía se alejaba de mi con mi boomerang.
— Abaddon, ten cuidado… — Susurre al aire mientras se lanzaba al agua.
Lo siguiente que vi, fue como surfeaba ágilmente para ser un gigante encima de mi boomerang las olas perseguido por el hambriento Hekaru. Enseguida cargué las bolas de cañón, recé por no golpear a Abaddon y disparé.
El anfibio gimió de dolor haciendo saltar peces alrededor de él, el agua de la tormenta se mezcló con el chapoteo del agua que salpicaba los peces y hacía prácticamente imposible ver nada.
La purpurina que seguía recubriendo el cuerpo del gigante brillaba bajo la tormenta, así que tras cada relámpago, disparaba una salva de cañonazos.
Un silencio se apoderó del océano, preocupándome por si había herido al gigante por error.
Sin aviso previo el monstruo volvió a surgir de las profundas aguas, esta vez subiendo al navío e intentando meterse en la boca el cañón que tanto daño le había infligido.
Solo tuve tiempo de saltar hacía atrás con un salto con voltereta para coger impulso y alejarme lo máximo posible. Vi cómo se comía el cañón.
Lo siguiente que vi, fue como se quedaba sin cabeza. Abaddon se la había cortado sin miramientos.

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Al día siguiente, mientras dormía cuál tronco en los camarotes, agotado por el encuentro de ayer, una fuerte vibración me levantó del sueño y rápidamente reaccioné en búsqueda del causante, al no ver ninguna amenaza en las proximidades, salí del camarote sólo para darme cuenta que el barco se había estrellado contra el puerto de la isla, habíamos llegado con una entrada triunfal.
El barco tenía un aspecto deplorable , y haber atracado de forma abrupta no lo había mejorado.
Del muelle salieron unas criaturas pequeñas, había dos tipos distintos, unas personas con rasgos de tortugas y otras más claramente parecidas a conejos. Hablaban un idioma extraño, exotico, agradable.
Tres ancianos con piel grisácea, más parecidos a las shais, pero con ojos rasgados y mucho más antiguos se abrieron pasó entre la muchedumbre.
— ¿Quienes sois, forasteros?. — Dijeron los tres grisáceos al unísono
— Somos Abaddon y Nintud — Dije con calma — Solo venimos de visita. No queremos conflictos.
— Nuestro Dios Imugi puede aparecer en cualquier momento, es probable que os eche de nuestras tierras, pues es receloso de compartir la ubicación.
— Juramos no causar problemas grandes sabios — Intentó decir con el máximo respeto.
— Por favor, pueden llamarnos Dokkebis, es nuestra raza.— Dicen amablemente.
Y se marcharon tan majestuosamente como habían venido.

Desembarcamos como pudimos sin clavarnos ninguna astilla y procedimos a comenzar nuestra ansiada aventura por la tierra misteriosa.

Descubrimos que la zona no estaba para nada despoblada, todo lo contrario, estaba llena de una gente extrañamente risueña que hacían trade entre ellos con valiosas mercancías que jamás habíamos visto. Quería comprarlo todo, pero preferió mirar un poco primero porque no sabía cómo íbamos a volver aun, el barco aún estaba destrozado, y no nos habíamos preocupado siquiera en repararlo.
—¡Mira Abbadon! — Exclamó la pequeña shai ilusionada señalando un saco que arrastraba tras de sí, parecía más pesado que ella misma.
— ¿Se puede saber que has comprado ya? —Dijo con paciencia.
— ¡Son pociones alquímicas poderosísimas! Jamas habiamos visto nada igual, mira toma una, son concentradas. — Exclamó Nintud excitada.
— ¿Y como pretendes llevar semejante cantidad de pociones? —
— Lo dejaré aquí por ahora — Dijo despreocupadamente alquilando un baúl, tan típico de ella.

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Última modificación : 07/07/2023 13:08 (UTC-3)
# 2

Habían pasado semanas desde su llegada, se habían instalado en una casa en una de las montañas y habían hecho amistad con parte de la población.
Abaddon estaba entrenando nuevas habilidades 

que solo podían aprenderse en esa región, y yo aprendí el arte de la alquimia tan poderosa que tenían en esa zona. Era increíble el poder que emanaba de esa tierra. Se podía vislumbrar cómo los Dokkebis habían cuidado con mucho esmero la magia para que renaciera siempre con más fuerza cada vez.
— Uf estoy molido — Resopló Abaddon tirándose al tatami de la casa. — No puedo mover ni un músculo más hoy.—
— ¿Seguro? Nuestro vecino ha traído jeon mixto que tanto te gusta, y tenemos licor aun. ¿No quieres cenar?— Dije risueña
— Por supuesto que voy a cenar, lo que no sé es que vas a cenar tú, porque pienso comermelo yo todo. — Respondió entre risas, mientras se acercaba como podía hacía la mesa, y comenzaba a devorar su ración.

Cuando estaba a punto de empezar a comer un zumbido sacudió el terreno. Como si una casa hubiese decidido arrastrarse.
El zumbido torno en sonidos graves, cada vez más tormentosos. Cualquier ser de este mundo no podría producir semejantes ruidos. Si agudizabas el oído sentías como si al acercarse pudieses sentir el alma de las piedras rebotar en el eco de su misma esencia.
Y allí estaba Imugi.

Un Dios.
Media veinte metros de altura, su aspecto era magistral, como si la más hermosa de las serpientes hubiese decidido aprender a volar. Pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos. Te penetraba con cada mirada, como si supiesen que hiciste cada segundo de tu vida. 


—Tu debes morir, Shai, cometiste el pecado de revivir a un humano.— Y sin más me devoró.


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No podía razonar lo que acababa de pasar ante mi. Estaba en shock. Por supuesto que sabía a qué se refería. Fue cuando nos conocimos.
Ella había usado sus poderes de Elion en mi. Pero jamás pensamos en ningún tipo de represalia… Se me nubló la vista. No podía pensar más en lo que había pasado hacía años, no podía dejar de ver cómo había devorado el pequeño cuerpo de Nintud.
Mi cuerpo comenzó a transformarse con la ira, invoque mis dos hachas imbuidas con el poder del espíritu negro y me lancé a por un Dios.
Salté , cargué, agarré al Dios por la cola, lo lancé contra el piso, invoqué de nuevo mis dos hachas y comencé a atacar sin pausa la cabeza hasta que las hachas se destrozaron, entonces seguí con los puños.
Gruñí invocando una armadura de llamas que me daba más fuerza, gire a mi alrededor y con el poder del salto le di un último golpe en la cabeza, explotando todo el suelo a mi alrededor en llamas.
— Para mortal — Escuché en mi mente, — No quiero hacerte daño.—
— Oh, pero yo a ti sí. — Ladré ansiosamente
Le arranqué los colmillos que aprisionaban mi cuerpo y con ellos seguí pegando su cabeza como si de mis hachas se tratasen. Hasta que quedó una masa irreconocible.
Me sentía vacío, sabía que esto no iba a devolverme lo que había perdido.
En agradecimiento a haber liberado el pueblo del cuerpo físico del Dios que les tenía alejados de la civilización, ahora podían comerciar por lo que me regalaron un barco.
Desgraciadamente, los médicos no pudieron curarme las heridas que me produjeron los colmillos, y mis recuerdos se borraron sin remedio.


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— Así que volví solo. — Dijo amargamente Abbadon. — ¿Entonces quién eres tú?
— Soy la hermana de Nintud, Enki. — Dije sonriendo — He venido a traerte una poción de Elion para salvarla, y traerte sus últimos recuerdos que me llegaron a través del árbol de kamasilvia. Deberás partir de nuevo a la zona y usar la poción en sus restos. También te forjaré un anillo con una flor que nació a la vez que ella, te guiará hacía su alma. Si es lo que quieres, claro.
— No puedo dejarla atrás, si siempre está a mi lado — Susurró con la esperanza de que Nintud pudiese escucharlo allí donde estuviese.


                                                         


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